martes, 7 de febrero de 2012

TAPIES, la razón del caos


Antoni TAPIES (Barcelona, 1923-2012) uno de los 3 más importantes pintores catalanes, que a los veintidós años renunció a la carrera de derecho para dedicarse de lleno a la pintura, arte que abordó a través de técnicas diversas como el collage (hojas de periódico, papel de estaño, cuerdas) y de pinturas terrosas que presentan grattages (raspaduras) y graffiti.


En esta primera etapa de su vida crea, con otros artistas e intelectuales catalanes, el grupo «Dau al Set» (1948). Este movimiento ampara sus primeras exposiciones, que ya ponían de manifiesto su interés por el surrealismo.


Hacia 1949, renunciando a los efectos de la materia, se dedica a crear cuadros en los que predominan los tonos grises, aunque con interrupciones de importancia variable de colores vivos (verde, rojo), cuadros en los que aparecen impresiones textiles, signos (semicírculos, triángulos) y letras deformadas. En 1954, después de impartir un curso de arte abstracto en la universidad Menéndez Pelayo de Santander, da entrada de nuevo a la materia: trabaja los cuadros con argamasa (mezclando al óleo mármol pulverizado y usando pigmentos en polvo disueltos en látex) para reencontrar la tradición secular de un mundo fosilizado, de colorido desvaído, que en 1958 le valió el premio Carnegie.


Su etapa posterior a 1965 pertenece a la neofiguración y al arte pobre: arpilleras, objetos rústicos y objetos cotidianos se funden en una obra que llegó a alcanzar difusión universal (Materia gris en forma de sombrero, 1966; Tres sillas, 1967; Dos cruces, 1967). En la década de los setenta, sus «esculturas en el espacio» hacen que el objeto (maderas ensambladas, sillas, ropas, libros quemados), hasta entonces estampado en hueco o modelado en relieve en el espesor de la materia, se salga de la tela para inmovilizarlo en el espacio y darle una realidad más áspera. En este aspecto Tàpies comunica al arte pobre una carga emocional muy importante.

Su labor creadora ha ido acompañada, en los años setenta y ochenta, de textos teóricos (La práctica del arte, 1970; El arte contra la estética, 1974; Memoria personal, 1978; Por un arte moderno y progresista, 1985).

En 1984 se crea en Barcelona la Fundación Tàpies, ubicada en un antiguo edificio obra del arquitecto Domènech y Montaner. Inaugurado en 1990, sus fondos, formados con la obra donada por Teresa y Antoni Tàpies, constituyen la más completa colección de las obras del pintor catalán.
En el edificio, coronado por la escultura de Tàpies 'Núbe y silla' (1990), se muestra no sólo su obra, sino también la de otros artistas contemporáneos, con exposiciones temporales que se suspendieron durante más de dos años desde el 1 de enero de 2008, cuando la fundación cerró por obras.
En marzo de 2010 se reinauguró, y en el patio se instaló una versión del calcetín que había creado para el MNAC, pero a menor escala. En abril, el Rey coronó toda su obra otorgándole el título de Marqués.

En septiembre de 2011, su obra desde los años 40 hasta el final fue objeto de una exposición cronológica en la Fundació que se fijaba en la evolución de técnicas y materiales utilizados por el artista, mientras que el municipio madrileño de Aranjuez acogió en septiembre una muestra sobre su faceta gráfica con 26 grabados originales.



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lunes, 6 de febrero de 2012

Antonio BUERO VALLEJO - y la memoria escrita

Antonio Buero Vallejo nació en Guadalajara, en 1916. Su padre, Francisco, era un militar gaditano que enseñaba Cálculo en la Academia Militar de Ingenieros; su madre, María Cruz, era de Taracena (Guadalajara). Su hermano mayor Francisco nació en 1911 y su hermana pequeña Carmen en 1926.

Toda su infancia la pasó en La Alcarria, salvo dos años (1927-1928) que vivió en Larache (Marruecos), donde había sido destinado su padre. Se aficionó a la lectura en la gran biblioteca paterna y también a la música y a la pintura: desde los cuatro años dibujó incansablemente. Su padre lo llevaba habitualmente al teatro y a los nueve años ya dirigía representaciones en un teatrillo de juguete. Estudió Bachillerato en Guadalajara (1926-1933) y se despertó su interés por las cuestiones filosóficas, científicas y sociales. En 1932 recibió un premio literario para alumnos de enseñanzas medias y Magisterio por la narración El único hombre, que no se editó hasta 2001. Comenzó a escribir unas Confesiones que luego destruyó. En 1934, la familia se mudó a Madrid, donde ingresó en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando, alternando las clases con su asistencia al teatro y la lectura. No militó en ningún partido, pero se sentía afín al marxismo.
Al comenzar la Guerra Civil quiso alistarse como voluntario, pero su padre se lo impidió. Su padre, militar, fue detenido y fusilado el 7 de diciembre de 1936. En 1937 fue llamado a filas y se incorporó a un batallón de infantería, colaborando con dibujos y escritos en La Voz de la Sanidad y en otras actividades culturales. En Benicasim conoció a Miguel Hernández.

Al finalizar la guerra, Buero se encontraba en la Jefatura de Sanidad de Valencia, donde se le recluyó unos días. Pasó un mes en el campo de concentración de Soneja (Castellón) y finalmente le dejaron volver a su lugar de residencia con orden de presentarse a las autoridades, orden que no cumplió. Comenzó a trabajar en la reorganización del Partido Comunista, al cual se había afiliado durante la contienda y de cuya militancia se fue alejando años después.
Fue detenido en mayo o junio de 1939 y condenado a muerte con otros compañeros por «adhesión a la rebelión». Tras ocho meses, se le conmutó la pena por otra de treinta años. Pasó por diversas cárceles: en la de Conde de Toreno permaneció año y medio. Allí dibujó un famoso retrato de Miguel Hernández ampliamente reproducido -cuyo original conservan los herederos de Miguel Hernández- y ayudó en un intento de fuga que le inspiró más tarde ciertos aspectos de La Fundación. En la de Yeserías apenas estuvo mes y medio, unos tres años en El Dueso y otro más en la prisión de Santa Rita. Escribió sobre pintura e hizo cientos de retratos de sus compañeros, entablando muy buenas amistades con algunos de ellos y manteniendo contacto tras su salida de prisión. Salió del penal de Ocaña en libertad condicional, aunque desterrado de Madrid, a principios de marzo de 1946. Fijó su residencia en Carabanchel Bajo y se hizo socio del Ateneo; publica dibujos en revistas, pero ya le atrae más la escritura narrativa y, finalmente, la dramática.

Su primer drama lo escribió sobre la ceguera, En la ardiente oscuridad, en una semana del mes de agosto de 1946, e Historia despiadada y Otro juicio de Salomón en 1948 (obras que después destruyó y no se han conservado). Entre 1947 y 1948 escribió Historia de una escalera, inicialmente llamada La escalera. Se presentó al premio Lope de Vega, que ganó con Historia de una escalera, cuyo estreno en octubre de 1949 tuvo tal éxito que lo consagró para siempre entre crítica y público. Ese mismo año ganó también el premio de la Asociación de amigos de los Quintero con la pieza en un acto: Las palabras en la arena. Publicó y estrenó de forma constante en Madrid e Historia de una escalera fue llevada al cine por Ignacio F. Iquino.
En los 50 estrenó La tejedora de sueños, La señal que se espera, Casi un cuento de hadas, Madrugada, Irene, o el tesoro, Hoy es fiesta y su primer drama histórico, Un soñador para un pueblo. Empezaron a representarse sus obras en el extranjero, como Historia de una escalera en México (marzo de 1950) y En la ardiente oscuridad en Santa Bárbara, California (diciembre de 1952).

En 1954 se prohibió el estreno de Aventura en lo gris. Al año siguiente apareció en el diario Informaciones «Don Homobono», irónico artículo contra la censura. También se prohibió la representación de El puente, de Carlos Gorostiza, cuya versión había realizado Buero. Escribió Una extraña armonía, que no llegó a estrenarse ni se publicó hasta su Obra Completa. En el número 1 de la revista Primer Acto apareció el artículo «El teatro de Buero Vallejo visto por Buero Vallejo». Se publicó su ensayo sobre «La tragedia». En 1959 se casó con la actriz Victoria Rodríguez, con la que tuvo dos hijos: Carlos, que nació al año siguiente, y Enrique, nacido en 1961.
En los 60 consiguió estrenar parte de sus piezas a pesar de la censura: El concierto de San Ovidio, Aventura en lo gris, El tragaluz y sus versiones de Hamlet, príncipe de Dinamarca, de Shakespeare y Madre Coraje y sus hijos, de Bertolt Brecht. Dirigida por José Tamayo Rivas, estrenó Las Meninas, que fue su mayor éxito desde Historia de una escalera. Tuvo lugar entonces la polémica entre el teatro del posibilismo y el del imposibilismo que mantuvo con Alfonso Sastre en las páginas de Primer Acto. En este año publicó «Un poema y un recuerdo», temprano artículo sobre Miguel Hernández. En 1963 se le propuso su incorporación al Consejo Superior de Teatro, pero Buero renunció a ello.

Encabezados por José Bergamín firmó junto con otros cien intelectuales una carta dirigida al ministro de Información y Turismo solicitando explicaciones sobre el trato dado por la policía a algunos mineros asturianos, lo que le acarreó el distanciamiento de editores y empresas. En 1964 la censura prohibió La doble historia del doctor Valmy, un alegato contra la tortura, que permaneció sin representarse en España hasta 1976, pasada la dictadura. No volvió a estrenar hasta 1967, en el teatro Bellas Artes y bajo la dirección de José Tamayo, El tragaluz, la primera obra de teatro bajo el franquismo en la que se hacía una referencia directa a la Guerra Civil, y que obtuvo un enorme éxito. Simultáneamente, se reestrenó por primera vez Historia de una escalera (que volverá a las tablas en un montaje del Centro Dramático Nacional en 2003).

Fue nombrado miembro de número de la Real Academia Española en 1971, ocupando el sillón X, y galardonado con el Premio Cervantes en 1986 y el Premio Nacional de las Letras Españolas en 1996. Antonio Buero Vallejo falleció en el hospital Ramón y Cajal de Madrid, a causa de una parada cardiorrespiratoria, el 29 de abril de 2000, a los 83 años de edad.



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Una vida apasionante que se puede rastrear siguiendo el testigo gráfico de su menuda escritura, signo de trabajo, bien hacer y dedicación.